Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez,
cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel
y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor,
los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).
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