Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

La creación de Adán

miércoles, 8 de octubre de 2014



En el libro de Giulio Tononi, Phi, resulta muy bella su interpretación de esta escena como una sinapsis.



Aunque la realidad no tiene mucho que envidiar.


El jardín de los Qualia



El lector interesado en las neurociencias ha aprendido que uno de sus misterios sigue siendo la cualidad subjetiva de las experiencias individuales, convencionalmente denominado qualequalias en plural. ¿Es ese rojo que veo y disfruto el mismo que está viendo mi compañero? ¿Lo que experimento cuando me pincho con una rosa y llamo “dolor” es lo mismo que te pasa a ti? El famoso artículo “¿Cómo es ser un murciélago?” de Thomas Nagel (“What is it like to be a bat?”, en Mortal Questions, Cambridge University Press, 1979) fue una entretenida y profunda manera de acercarnos a este salto aún inexplicado entre los matices de lo que percibimos y la supuesta tierra firme de nuestro cerebro.
‘DrawingHands’,deM.C.Escher(1948).
‘Drawing Hands’, de M.C.Escher (1948).
Los qualia forman parte ineludible de nuestra aproximación a eso que llamamos conciencia. Han llegado a mis manos dos libros que tienen la conciencia como centro de interés. Ambos escritos por reputados neurocientíficos. Uno, PHI: A Voyage from the Brain to the Soul, (Pantheon, 2012) es de Giulio Tononi, neurocientífico, psiquiatra y experto en materia de sueño y de conciencia. El otro, Consciousness: Confessions of a Romantic Reductionist (MIT Press, 2012), es de Christof Koch, jefe del servicio científico en el Allen Institute for Brain Science de Seattle y profesor de Biología e Ingeniería en el Instituto deTecnología de Pasadena, California.
Ambos autores han dedicado gran parte de su carrera a comprender el enigmático enlace entre la física del cerebro y la experiencia fenoménica y mantienen una postura propicia a pensar que la vida “tiene sentido”. Les enlaza, pues, y como se advierte en los títulos de ambos libros, una descarada vena metafísica. No es esto, una versión light del dualismo, lo que goza de mayor predicamento tanto entre los investigadores actuales como entre el público menos romántico, pero vale la pena seguirles porque son hábiles ensayistas, capaces de exponer sus ideas con un poder de seducción y de generación de emociones extraordinario.
Especialmente estimulante resulta el original y sorprendente PHI. Giulio Tononi desarrolla su teoría de la emergencia de la conciencia como producto de la integración de todo el ensamblado cerebral de un sistema cuando contiene una complejidad al nivel de la humana, y de esta conciencia como componente de una unidad cósmica que lo abarcaría todo; lo que llamaTeoría de la Infomación Integrada (IIT), en la que PHI es lamedida que valora el grado de integración de la información de un sistema. Cuanto más elevado sea su PHI, más consciente será, independientemente de su soporte. Y esta osada y a la vez antigua teoría progresa a través de unas páginas rebosantes de estampas y reproducciones de obras de arte de gran belleza, acompañadas por estudiosos, científicos, doctores y artistas. Un elenco en el que aparecen Descartes, Copérnico, Spinoza, Darwin, Freud, Marcel Proust o Alan Turing. Imágenes artísticas, belleza, poesía y ficción literaria a raudales.
Uno recorre sus senderos y, aunque no comparta la misma confianza por el lugar de destino, disfruta con placer y curiosidad de un viaje realmente hermoso y sugerente.Tononi consigue con éxito un novedoso experimento literario que difunde los avances en el conocimiento de la conciencia de lamano de una trama en la que Francis Crick le muestra a Galileo los fundamentos de la neurociencia. Y es en este arte, en esta poesía o en esta ficción donde reside el valor de las exploraciones de ambos neurocientíficos. El arte como disparador de nuevos qualia. “Los objetos artísticos desencadenan unos tipos de qualia que no podrían haber sido generados por los objetos de la naturaleza”, nos explica Tononi. El valor fundamental de la creación artística no reside en las formas del objeto sino en los efectos en la mente del observador y su resonancia en otras mentes.
La misma explosión de sensaciones y estados sorprendentes que perciben quienes hablan de “conciencia cósmica” u “oceánica”. ¿Cuál es el vínculo entre la poesía y la actividad bioeléctrica del cerebro? Históricamente, el gran desafío ha sido explicar cómo emerge la conciencia de una materia altamente organizada sin invocar la magia, el espíritu o alguna física de origen meta. ¿Consiguen Koch y Tononi explicar la emergencia de la conciencia sin dar saltos de fe o apelar a algún gancho celeste? Estos libros, particularmente PHI, guardan parecido con obras como Gödel, Escher, Bachde Douglas Hofstadter (1979, publicado en España por Tusquets).
Pero su discurso, lleno de imágenes bellísimas y referencias culturales, tiene una ligereza y una capacidad disparadora de qualia que logra que el lector más severo olvide por unos instantes que nos proponen una serie de explicaciones científicas y racionales sin una clara línea divisoria con un misticismo a lo Theilhard de Chardin. Ambos autores nos señalan una idea del mundo fundamentalmente deísta, en la que se presiente a un autor todopoderoso que no se ha manifestado desde el Big Bang pero que se revelará en algún momento y dará sentido a todo.
 Mª Teresa Giménez Barbat
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