Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

ficciones

sábado, 13 de octubre de 2007

Moulay Abel Samad Larifi , el francés de origen magrebí que fue detenido el domingo en Gerona, cerca de la frontera francesa, cuando circulaba con dos bombas caseras en el coche, quería cometer un atentado en Barcelona. A los Mossos les dijo que se disponía a acabar con su vida por culpa de un desengaño amoroso, pero los agentes comenzaron a sospechar cuando vieron que iba depilado como los terroristas suicidas.”
Según determinadas teorías, en un universo determinista, donde a cada hecho le corresponde una causa, el depilado en cuestión sería producto de una concatenación de circunstancias que le convertirían, en sentido estricto, en no responsable. ¿Qué culpa tiene él de poseer unos genes concretos, que se activan de una manera concreta, solos o en compañía de otros? ¿Y ese lavado de cerebro en su mezquita? ¿Y ese padre autoritario y violento? En fin. A mi la cuestión de la irresponsabilidad en un universo determinista me parece lo mismo que si me advierten de que, en realidad, el suelo que piso no es nada más que un gran vacío cuántico y que sólo tengo sensación de solidez por motivos estadísticos.¿Y qué? Vamos, que no me sirve para nada en mi vida “macro”. Sigo sintiéndome indignada si el depilado o el pederasta se van de rositas. Y es que la necesidad que tenemos todos de que el culpable rinda cuentas está profundamente inscrita en nuestra naturaleza, puesto que la vida en sociedad sería imposible sin ello. Martin Gardner sugiere que la pregunta “¿Existe el libre albedrío?” es similar a las prguntas “¿Por qué hay algo en vez de nada”? o “¿Qué es el tiempo?”. Si el problema puede ser insoluble como afirma Gardner, ¿por qué no actuamos simplemente como si existiera y nos beneficiamos de las ventajas sociales y de gratificación moral que comporta su existencia? Aunque todos estamos sujetos a las leyes de la naturaleza y a las fuerzas de la cultura que dan forma a nuestros pensamientos y conductas, somos agentes morales libres responsables de nuestras acciones porque, como dice Michael Shermer en su libro The Science of Good and Evil “ninguno de nosotros puede conocer totalmente la casi infinita red que determina cada una de nuestra vidas individuales”. De alguna manera, desde este punto de vista, no es el conocimiento completo que en teoría se pudiera obtener sobre las circunstancias que nos mueven a la elección lo que hay que considerar, sino, precisamente, su desconocimiento el que nos convierte en libres. En el último momento, todos podemos elegir, y siempre es una elección con un gran grado de incertidumbre en la que la idea del bien y del mal surgen de forma espontánea y natural. Estamos determinados, pero libres. Parecería que un un universo determinista a ultranza nos impide ser agentes morales libres, pero Daniel Dennet en su libro Elbow Room:The Varities of Free Will Worth Wanting advierte de que en un universo en el que sólo contara el libre albedrío , donde la gente estuviera totalmente libre de influencias determinista, no habría lugar para la modificación de las malas conductas. El libre albedrío extremo sólo traería caos social. Steven Pinker opina que “el obligar a las personas a asumir responsabilidad sobre sus actos confiere realismo a toda una serie de contingencias, y el efecto que eso tiene en algunas partes del cerebro inhibe en la persona ciertas acciones que de otro modo quizá llevaría a cabo. No hay razón por la que debiéramos rendirnos en nuestro intento de mejorar la conducta humana -concretamente, los sistemas de inhibición del cerebro- por el simple hecho de que ahora tengamos una comprensión más amplia de los mecanismos de la tentación”. Para algunos el concepto de libre albedrío es “una ficción útil”, pero indispensable.

2 comentarios:

Miguel Argüello dijo...

Qué bueno el post. La solución de Gardner, la de actuar "como si" me resulta la más creíble. Quizás se deba, eso sí, a la deformación profesional de un psicólogo cuyas armas terapéuticas son en buena medida la recomendación a los pacientes depresivos de que se comporten "como si" no lo estuvieran...
Y de veras me parece que una de las claves de lo que entendemos como progreso (aquí con sus connotaciones benignas) es el haber seguido reglas de conducta en la esfera social y política de las que tal vez no estábamos convencidos, pero que se han impuesto por sí mismas una vez que se han experimentado sus efectos benignos. La democracia no es posible sin tolerancia ni respeto, y eso es algo que tardamos mucho en aprender, y a base de tortazos como todos sabemos.
Por lo demás, la solución ética kantiana al problema del libre albedrío (puesto que de ética hablamos, de acción y responsabilidad) siempre es la mejor. Por resumirlo muy groseramente: sé determinista para juzgar los actos del prójimo, pero cree en tu libertad para decidir -y enjuiciar- tus propios actos.

Mujer-Pez dijo...

Gracias por su post, amigo