Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

Por qué fracasan los países

jueves, 31 de enero de 2013




Estuve leyendo este libro y me parecen destacables varias cosas. Una: la insistencia en que es no posible una democracia de calidad si el estado no es fuerte. Aquí nos hemos acostumbrado a la idea, más difundida por socialistas y nacionalistas que otra cosa, de que el estado ha de ser "descentralizado". El poder debe estar repartido hasta el punto que hay autonomías que reclaman "relaciones bilaterales". Bien, eso no es sensato. Ha sido uno de tantos errores. Según Acemouglu, para que un estado tenga instituciones "inclusivas", no corruptas, un requisito indispensable es un sólido control central.

Aunque es una obviedad,  a los nacionalistas también les sorprenderá esta desenfadada declaración: "España se formó en 1492 con la unión de los reinos de Castilla y de Aragón". ..."La unión de las coronas de Castilla y Aragón y sus herencias y matrimonios posteriores crearon un super-Estado  europeo."

Otra cosa que me sorprende y me divierte: Carlos Slim se pasea por sus páginas como ejemplo del potentado  tercermundista en cuánto a estilo de hacer negocio. Contrapuesto a Bill Gates.

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