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La evolución de la literatura
E. O. Wilson, en su libro Consilience, aboga por aplicar los métodos de las ciencias a disciplinas consideradas tradicionalmente fuera de su ámbito, como las humanidades, y en que estas se beneficien de las aportaciones de la ciencia en todo aquello relacionado con los descubrimientos en el campo de la naturaleza humana. También Steven Pinker, en La Tabla Rasa, propone la reunión de darvinismo y humanidades dedicándole un amplio espacio al trabajo de investigadores darvinistas provenientes de la filosofía o de la historia del arte y la literatura. Hace unos 10 años, apareció en los EE.UU. un libro que alcanzó una importante resonancia por ser uno de los primeros en situar la creación artística y su interpretación (en su caso, la literaria) dentro del contexto de la naturaleza humana, en la misma biología del hombre. Ese libro fue Evolution and Literary Theory de Joseph Carroll. En la revisión que le hizo Michelle Scalise Sugiyama para la revista Skeptic , definió el libro como “un disparo en la línea de flotación del post estructuralismo y un posible precedente para toda una crítica literaria nueva, basada en la biología”. Y tuvo razón. Otros libros siguieron ese camino, a pesar del rechazo que provocaron en muchos de los departamentos de literatura inglesa y de humanidades en general en el mundo anglosajón (no tengo noticias de que se haya tenido conocimiento de esta corriente en los departamentos de humanidades de nuestro país), apegados a la tradición post estructuralista, posmodernista, desconstructivista o cualquiera que fuera su concepto o definición favorito. La novedad, en estas fechas, es la aparición de un nuevo libro, The Literary Animal: Evolution and the Nature of the Narrative, en la que han participado varios escritores e intelectuales promotores de esa “consilience” entre las dos culturas y defensores de la línea darviniana. El prefacio corre a cargo del antes mencionado E. O Wilson que denuncia en él que “la brecha entre el naturalismo y el constructivismo social…llega hasta el mismo fundamento del conocimiento”, y es apoyado por una serie de conocidos intelectuales entre los que destaca el ganador del premio Booker y colaborador de la revista Edge, Ian McEwan. Este escritor, conocido por ser contrario al concepto de la naturaleza humana como un producto de la historia, señala la cuna común de toda la humanidad y la oportunidad que ofrece la literatura de ser un cuerpo de conocimiento inteligible, y traducible, precisamente, por hablar de todo aquello que puede reconocerse como una naturaleza compartida.
Este libro será un nuevo estímulo para los creadores y críticos literarios que comprendan la importancia de la psicología evolutiva. Bajo esta luz, la literatura se convierte también en una fuente de datos cuantificables, en una auténtica base de datos sobre la conducta humana, y en una oportunidad de cerrar el puente ilusorio que el desconocimiento tendía hasta ahora entre las ciencias darvinistas de la conducta y las humanidades.

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Los obispos blindan sus ingresos: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/obispos/blindan/ingresos/elpepusoc/20070107elpepisoc_3/Tes

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“¿Por qué abandonó su religión?
Sentí que me estaba convirtiendo en una apóstata tras el 11-S. Todas las declaraciones que Osama Bin Laden y su gente citaron del Corán para justificar los atentados, las busqué y estaban allí. Bin Laden citaba verdaderamente las aleyas de nuestro texto sagrado. “¡No es posible!”, pensé. Pero lo era, ¡allí estaban! El rechazo fue algo natural. Más tarde leí un libro, un libro que sabía que no me hacía falta leer porque yo ya había roto con Dios: El manifiesto ateo. Antes de llegar a la cuarta página sabía que había echado a Dios de mi vida. Me había vuelto atea. Lo descubrí estando de vacaciones en Grecia, y como no tenía a nadie a quien decírselo, me miré en el espejo y me dije: “No creo en Dios”. Hablé muy despacio y en somalí. Y me sentí bien, no experimenté ningún dolor, sino una gran claridad. La perspectiva de abrasarme en el infierno desapareció y mi horizonte se hizo muy amplio. Dios, Satán... Todo era producto de la imaginación. A partir de ese momento iba a pisar con aplomo el suelo bajo mis pies y orientarme a través de la razón y mi amor propio. Mi brújula moral estaba en mi interior, en absoluto en las páginas de un libro sagrado.”
Ayaan Irsi Ali: http://www.elpais.com/articulo/portada/mujer/frente/intolerancia/elpepuint/20070107elpepspor_1/Tes