Nuestra sociedad occidental, a pesar de sus proclamas a favor de la razón y de la ciencia, sigue estando muy dividida ideológicamente hablando. Esto se refleja en un amplio número de cuestiones propias del debate social, pero particularmente en aquellas que atañen al sexo, la pareja o la familia. En estos temas, tanto la derecha clásica, tintada por la religión, como la izquierda también clásica, imbuida por el pensamiento “progre” de los años 60, mantienen unos sesgos propios que hacen difícil un debate que va a ser proclive a reacciones con carga emocional fuerte.
Por distintos motivos, ambos bandos querrían, más que saber, que la ciencia les confirmase sus propios prejuicios. ¿Cuál es la verdadera naturaleza del ser humano: monógama, polígama, promiscua…? Ahí habría plegarias atendidas, confirmaciones que provocarían gozosos “ya lo decíamos nosotros”, confortadoras evidencias. Por desgracia, tanto, tanto no se sabe. A diferencia del atrevimiento de religiones e ideologías, del campo de la ciencia nos vienen nuevas aproximaciones a antiguas preguntas, pero con conclusiones provisionales y, desde luego, mucho menos tajantes y concluyentes.
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1 comentario:
Encuentro su artículo interesante, pero creo que ha ido demasiado lejos con lo de "la competición entre sociedades ha conducido a que se impongan las que mejor funcionan y resulta que la monogamia es una constante".
A ver si va a ser que ha resuelto usted la más grande pregunta de las ciencias sociales, el porqué unas sociedades "funcionan mejor" que otras, con un simple "fue la forma de emparejarse". Eso es casi tan falaz como lo del avión...
Yo creo que sí es posible un futuro con "muchos menos" celos, puesto que éstos también son en parte construcción social, y no sólo instinto. Hay maridos que no aman en realidad a sus mujeres, pero que se enfadarían si éstas les convirtiesen en cornudos, aunque nadie más se enterase.
Tyrion el Gnomo
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