"Tenían en el planeta Marte, a orillas de un mar seco, una casa de columnas de
cristal, y todas las mañanas se podía ver a la señora K mientras comía la fruta
dorada que brotaba de las paredes de cristal, o mientras limpiaba la casa con
puñados de un polvo magnético que recogía la suciedad y luego se dispersaba en
el viento cálido. A la tarde, cuando el mar fósil yacía inmóvil y tibio, y las viñas se
erguían tiesamente en los patios, y en el distante y recogido pueblito marciano
nadie salía a la calle, se podía ver al señor K en su cuarto, que leía un libro de
metal con jeroglíficos en relieve, sobre los que pasaba suavemente la mano como
quien toca el arpa...."
Crónicas Marcianas, una de las obras más bellas, producto de la mente de un hombre muy especial.
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