Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

sobre bautismos ateos

martes, 30 de junio de 2009

Parece que ha sentado como un tiro el “bautismo civil” del hijo de una más o menos conocida actriz . Una prueba más es este artículo publicado en El Mundo que me ha enviado una amiga. Los dos aspectos del mismo que se destacan en la cabecera son, por un lado, la crítica de su autor a unos ritos que “imitan” a los de la Iglesia católica y, por otro, la deducción de que ese bautizo refleja “la intervención” del Estado “cada vez en más esferas de la vida privada de los ciudadanos”.

Primero: los ritos. Los ritos de paso son propios de todas las sociedades tradicionales y se suponen tan antiguos como la hominización. En un momento en que se discute incluso si los neanderthales practicaban ceremonias funerarias, atribuir la práctica de estos ritos a una mera “imitación” de las ceremonias católicas es quedarse muy en la superficie. Lo que han hecho, precisamente, las religiones es apropiarse de esos ritos de paso tan antiguos inscritos en la zona más profunda de la cultura, la que está prácticamente imbricada con la naturaleza. Otra cosa es que se utilice el llamado “traje de cristianar” con el que se han bautizado a los niños católicos durante generaciones, como se hace alguna vez. Pero la historia de la humanidad es la historia de la imitación. Como dice Thomas Sowell en Race and Culture:



“Cuando las armas de fuego han desplazado a los arcos y las flechas en vastas regiones del planeta, cuando el sistema numérico que se originó en la India ha desplazado cualquier otro tipo de sistema entre toda clase de gente en cualquier continente, cuando la imprenta y el papel han, del mismo modo, extendido su domino de forma más amplia, más irresistible y de forma más permanente a través del mundo, entonces el relativismo cultural parece menos un principio que un fetiche, si no un mero remilgo. La realidad es que, durante centurias y milenios, los pueblos de la Tierra han tomado prestado entre ellos la mayor parte de las ideas que funcionaban. ”

Quien dice ideas “funcionan” puede decir ideas atractivas. Pues bien, la llegada al mundo de un nuevo niño activa la necesidad de uno de los ritos de paso más importantes socialmente hablando. Así que no es tan extraordinario que un ateo en este trance gire sus ojos a las instituciones democráticas (o republicanas) para hallar una respuesta a su necesidad psicológica y social. Al fin y al cabo, ya se casa uno en el ayuntamiento. No hay mucho más de momento pues la necesidad del ritual y del sentido puntual de congregación sigue siendo la asignatura pendiente de muchos ateos. Y el autor parece confundir “religión” con “teísmo” cuando hace burla de la presentación en sociedad del niño de la actriz.

Sobre esa “intromisión” del Estado: me parece que le da excesiva importancia. Aunque no cabe duda de que en un país y un ámbito (el europeo) donde todos los políticos parecen keynesianos el estado puede ver una oportunidad en ocupar los flancos que la secularización está dejando descubiertos.

En realidad lo que respira en artículos como éste es el ultraje del creyente ante la osadía de los no creyentes en querer ser, por lo menos, tan visibles como ellos. Esta denuncia que hace del “evangelismo ateo” es muy reveladora. Parece que no entiende que, si esta “evangelización” fuera cierta, tendría tantos derechos como la de cualquier otra organización o ideología.
Sí, en el fondo es una cuestión de derechos y mayorías morales. Cuando dice que “la religión atea es una ofensa tanto a creyentes como a ateos auténticos” está creando la figura “del buen creyente” igual que se creó una vez la del “buen negro” o al del “buen judío”. Está ejerciendo una “dihminización” de quien no comparte con él la creencia en Dios y en su libro revelado. Su manipuladora aserción de que una ceremonia tal es “un insulto contra la dignidad de los niños” recuerda a esos políticos nacionalistas (que ya lo son casi todos) para los que cualquier cosa que no les parezca bien se convierte en un insulto a toda su tierra.
A mí no me gustaría nada que un señor como Zerolo (quintaesencia del pensamiento blando socialdemócrata, ese para el que no existe la naturaleza humana salvo para los homosexuales que lo son desde su concepción hasta el final de sus días) declarase “ciudadano” a un hijo mío. Pero esto tiene mucho más que ver con los gustos y amistades de la actriz en cuestión que con la búsqueda de soluciones a necesidades antiquísimas en un mundo donde las religiones más implantadas han tenido la exclusiva y dominio de los ritos de paso.

13 comentarios:

unnombrealazar dijo...

Mal vamos cuando el Estado, además de ocuparse de las leyes, tiene que ocuparse de los ritos. Uno empieza así y acaba pidiendo al Estado que le haga feliz y le dota la vida de sentido.

Cría laicos y te saldrán estatistas.

Abate Marchena dijo...

Sí Teresa, el ser humano es consustancial con el rito y la ceremonia. Lógico que produzca cierto placer a un ateo, realizar la entrada en la sociedad de sus hijos.
Claro que con ello, si los creyentes fueran conscientes del origen religioso, las iglesias tendrían un gran problema. Lógico que vean en esa "moda" un gran peligro para su superviencia como grupos de poder.

Iñigo Valverde dijo...

¿Qué es un rito? El DRAE considera que es sinónimo de costumbre o ceremonia y lo define como “conjunto de reglas establecidas para el culto y ceremonias religiosas”. No podemos conformarnos con eso y aceptamos el magisterio de la antropología: de acuerdo, los ritos vienen del pasado profundo, incluso cuando son nuevos, como el de la “ceremonia civil de otorgamiento de carta de ciudadanía". Como los conjuros, todos proceden de la era de la Magia …
Se pueden repetir, renovar, reinventar... A ver quién se va a atrever a negarle a la gente la libertad de usarlos como pretexto para montarse una fiesta.
Pero, lo menos que se puede pedir, en un entorno que se pretende racionalista, es analizar el fondo de la cuestión. Si, con ese pretexto, una actriz conocida sale en los periódicos de la mano de un político habituado a los actos propagandísticos, lo primero que se me ocurre es que la pantomima tiene más que ver con la publicidad, si no gratuita, desde luego sí barata, que con la “iniciación”.
Esa ceremonia no tiene ningún efecto “administrativo”. Llamarlo “otorgamiento de carta de ciudadanía” es un deslizamiento semántico que no sé si atreverme a considerar perverso. Es un término jurídico que ya existe en el ámbito internacional y que sirve para designar la concesión de una nacionalidad nueva a un ciudadano de ya tenía otra nacionalidad distinta.
El niño al que le dieron la “bienvenida democrática” era bastante menos protagonista de la anécdota que la actriz conocida y el político propagandista. Y además ya estaba inscrito en el Registro Civil desde hacía cuatro años, que es lo que de verdad surte efectos de reconocimiento de su “ciudadanía”.
En realidad, no es más que el enésimo acto de la ceremonia de la confusión.
No importa nada, por supuesto, pero tan libre es la madre de la criatura de celebrarlo como los comentaristas de considerarlo una chorrada.

Juan Poz dijo...

Frente a los ritos de paso, lo propio es pasar de los ritos. Y no es retruécano. La retórica "blanda", como tú la llamas, es tan deleznable como la religiosa: servidumbre, humillación. ¿O no hay tradiciones,que fueron ritos, de los que no iría nada mal desprenderse? Buscar el reconocimiento del estado es deificarlo o leviatanizarlo. ¡Mucho sarao de orates y poca imaginación! es lo que hay.
En cualquuier caso, lo de "bautismo civil" es atribución de terceros, no autoidentificación de la blandenguería, creo.

Abate Marchena dijo...

¿Qué hago haciendo comentarios sobre el rito y la ceremonia, si en el fondo me importan un bledo?
Pués eso. Llenando el tiempo de estupideces.
¡Pero yo soy consciente de mi esquizofrenia!Nunca olvido que "TODA CULTURA ES ESQUIZOFRÉNICA".

Txomin Goitibera dijo...

Completamente de acuerdo. Los ritos de paso son consustanciales a la naturaleza humana y la bienvenida al mundo a un recién nacido no la inventó la ICAR.

Sólo un matiz acerca del título de la entrada ¿Bautismos o ateos? ¿No seráia más bien bautizos? El bautismo es un sacramento, el bautiZO es una celebración social.

"el Primo" dijo...

Los llamados bautismos ateos son un negocio que el estado puede explotar en régimen de monopolio o mediante un impuesto especial. La idea no es nueva, ya se ha hecho con el juego y la lotería durante siglos con un éxito notable. A efectos prácticos lo que se produciría es una transferencia de renta de los individuos con inclinaciones ritualísticas hacia el resto de la sociedad. El único problema es que habría que destinar una cantidad desconocida de recursos a luchar contra el mercado negro de rituales, por lo que el beneficio neto a la práctica podría ser no del todo positivo.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Estupendas la cita de Sowell y la caracterización de Zerolo, pero no puedo estar de acuerdo con todo lo demás. Contesto en otra parte.

Saludos.

Apostata dijo...

Lo preocupante es que la Iglesia mantenga un peso específico fuera de su estricto ámbito religioso para seguir promoviendo debates sociales sobre porqué quienes nos declaramos ajenos a sus doctrinas le llamamos de tal o cual manera a nuestras uniones conyugales, o porque le montamos (o no) una fiesta de recibimiento a nuestros recién nacidos, o porque nos plastificamos el pene para mantener relaciones sexuales. A mí nunca se me ocurriría plantear si los curas han de reconocer públicamente a sus barraganas, o si las misas se han de hacer en jueves o en domingo, o si es más adecuado llamarles tortillones a las sagradas formas. Porque honestamente, me importa un carajo lo que los católicos hagan con sus hábitos sexuales, con sus ritos y en general con sus vidas, siempre que no salpiquen.

Hace tiempo que le perdone a la Santa Madre Iglesia que me educase a pescozones en unos principios que con el tiempo acabé desestimando por absurdos, y que en modo alguno solicité que me fueran impuestos a edad tan temprana. A los cuatro años yo no sentía la menor curiosidad por saber el peregrino origen que la sagrada Biblia le daba al Universo, ni como coño se resolvía el enigma de la Santísima Trinidad, y mucho menos en que consistía el inmaculado virgo de María. Pero de todas maneras me lo contaron, y me lo hicieron aprender de memoria y a reglazos para maldita la cosa que me sirvió luego.

Pero, como ya he dicho, están perdonados. Lo que no les voy a perdonar en ningún modo es que a estas alturas de la película me sigan acosando en mi vida privada para denunciar con quien me acuesto, como planifico mi vida familiar, o si tengo la poca vergüenza de pagar unas fantas y unos panchitos a las amistades para celebrar la llegada de un hijo sin pasar por caja en la vicaría. Porque en realidad tengo la sensación de que es esto de lo que principalmente se trata, de la perdida de exclusividad en un negocio que bien poco o nada tiene que ver con la doctrina de Cristo.

Yo no recuerdo que las Escrituras hablasen de que en el río Jordán tuviese montado un chiringuito el Bautista donde los fieles tuviesen que retratarse por el servicio, las flores, la música y las fotografías, so pena de no ser admitidos en el Reino de los Cielos. Y tampoco sé donde viene escrito que quienes hayan perdido la fe en estas cosas tengan que seguir haciéndolas por inercia, o porque hace bonito. Aunque repito que cada cual puede pagarse sus vicios y sus caprichos, consistan en lo que consistan y les llamen luego como les venga en gana. Eso sí, lo mismo me da que el prójimo sea católico practicante, que socio del atleti, que puntual feligrés de una mancebía, lo que para él constituya una “elevada creencia”, para mí sólo será una respetabilísima y particular opción que no tengo porque compartir ni sufragar en modo alguno. Porque en eso consiste una sociedad democrática y plural en la que cabe ser o no ser creyente, ser o no ser homosexual, o ser o no ser aficionado a la jardinería.

De manera que celebraré mis ritos donde me venga en gana, les llamaré como quiera y pagaré a quien me apetezca por celebrarlos. Y si no cesa la insistencia por parte de la Iglesia en seguir cobrando el derecho de pernada por auténticas memeces formales que ellos mismos robaron en su día a las culturas hebraicas y paganas, entonces tendré que suspender mi tregua y mi perdón, y recordar los tiempos en que la muy católica y apostólica iglesia española tenía también entre sus ritos el de andar poniéndole palios al carnicero del Ferrol. Cosa de la que algunos parecen sentir cierta nostalgia por las muchas ventajas que ello conllevaba a la hora de mantener la exclusividad de los ritos.

unnombrealazar dijo...

Así es la vida. La OCU, GreenPeace, el PSOE, el PP, el Colegio de Médicos y cientos de otras organizaciones quieren tomar decisiones por mí. Acostumbramos a llevarlo relativamente bien. ¿Por qué es tan molesto cuando es la Iglesia la que se pronuncia? ¿El hecho de ser institución religiosa debería suponer silencio absoluto? ¿Por qué?

Apostata dijo...

Estimado Topo

Que la Iglesia se pronuncie públicamente sobre lo que deben o no deben hacer con carácter general los ciudadanos resulta más o menos molesto en función de los conocimientos históricos y las experiencias personales que cada cual tenga sobre los métodos, intenciones y maneras que se viene gastando durante milenios nuestra doctísima y santa madre iglesia.

No tengo conocimiento de que la OCU o Greenpeace hayan alentado golpes de Estado, ni que hayan bendecido todo tipo de tiranías y absolutismos, ni que hayan compartido siempre la mesa del poderoso bendiciendo sus seculares injusticias. Perdone mi ignorancia, señor Topo, si desconozco el grado de implicación de estas organizaciones voluntarias y civiles en todo tipo de contubernios políticos para sostenerse como instituciones hegemónicas en materia de educación, moral y doctrina religiosa, además de garantizarse una pingüe supervivencia material por los siglos de los siglos y amén. En cualquier caso ya me proveerá usted del correspondiente catálogo del Gótico Greenpeacense, y hara el favor de indicarme donde se anda la Capilla Sixtina de la OCU. Qué uno es siempre muy amigo de visitar los grandes dispendios que el hombre ha hecho a mayor gloria de los menesterosos.

En cuanto a lo del PSOE y lo del PP, no le negaré que le puedan sostener un pulso a la curia vaticana en temas de sectarismo, dogma y demagogias varias. Lo que ocurre es que un servidor no se anda ya por resucitar contiendas dieciochescas, cuando no más veteranas, sobre la separación entre lo divino y lo humano, y da por hecha la independencia de los poderes públicos con respecto a cualquier suerte de tinglado religioso, esotérico o de ultratumba. De manera que aún mintiendo lo que mienten y acudiendo como acuden de continuo a argumentos de tan escasa sustancia racional como lo puedan ser los mismísimos misterios de la Santísima Trinidad, tengo a los partidos políticos por un mal mejorable del propio orden constitucional. Y a pesar de lo necio de sus discursos y de sus propuestas, estas y aquellos han de ser regularmente sancionados por la ciudadanía y presuntamente vigiladas por los correspondientes instrumentos de control que garantizan el edificio democrático. Todo presunto, todo inestable, todo mejorable. Pero como dijo Churchill, este es sin duda el peor de los sistemas políticos conocidos a excepción de todos los demás, y el que permite que usted asista sin que lo apedreen a misa de doce, si así lo desea, mientras yo acudo a fútbol de nueve, sin que por ello le haya de churrascar a un servidor el Santo Oficio.

Y es que el peligro de las religiones reveladas estriba en que, aunque sus preceptos los establecen hombres de carne y hueso que lo mismo pueden proceder de la resistencia polaca que de las juventudes hitlerianas, acaban siempre sancionados por un marchamo divino de obligado cumplimiento que no da lugar al debate, ni a la duda, ni al refrendo democrático por parte del pueblo soberano. Y es por esto que las opiniones de la Iglesia no son nunca opiniones sino Dogmas, y como tales han de temerse, porque el Dogma es siempre la antesala de la tiranía.

Juan Poz dijo...

Estimado Apóstata: ¡Qué hermoso resumen del evangelio laico! Gracias.

Anónimo dijo...

La progresía quiere su fiesta y la posibilidad de mostrar sus dineros, amistades, posición...
Eso sí, que quede todo muy progre. Nada de aparecer como cavernícolas catolicorros...
En fín, en lo que a horteradas se refiere, todavía no se ha dicho la última palabra. Siempre hay que va más allá....