Mi amigo Vicente Carbona en su blog Crítika Memetika se lamenta de que “en un mundo “plural”, definido por gente que sufre de un exceso de información improcesable, todas las ideas tienen el mismo peso.” En realidad creo que el relativismo fue, con su balsámica propuesta de la “democratización de los saberes”, el agua de mayo que convirtió a cualquiera que pintase o escribiera algo (aunque fuera “para él” por ser “poco comercial”), si se declaraba de izquierdas y repetía algún mantra facilón, en un intelectual. Es lo que transpiran esas galas de los Goya, por ejemplo. Una bonita exhibición de chaneles y guccis justificados moralmente si quien presenta deja caer algo arrebatado y escasamente alfabeto sobre Palestina, Bush o Esperanza Aguirre. Vicente cita las palabras de Robert Proctor : “Pero la ignorancia (también)surge y crece cuando la gente literalmente suprime la verdad –o la ahoga- o procura hacerla tan complicada, que a los demás simplemente les deja de importar qué es verdad y qué no es verdad”.
Hace tiempo que el pensamiento culto se abarató y su flacidez medra hasta en la sopa. Y nunca mejor dicho. Vean las presuntuosas derivaciones que sufre un particular cuando lo único que desea es información sobre un restaurante.
Restaurante xdF Xamfrà del Fòrum. Tarragona
“ El proceso de proyecto se ve presidido por dos agentes básicos, condicionados siempre por un criterio de la máxima sobriedad posible en el conjunto de la intervención y en los resultados que puedan obtenerse de la misma. El primero de ellos es el máximo respeto hacia los datos propios de la realidad preexistente, como fuente de posibles contenidos de enriquecimiento del proceso proyectual. El segundo de aquellos agentes es la consecución de las mejores condiciones de visibilidad de las mesas de los comedores sobre los restos del próximo yacimiento del foro romano de la antigua ciudad. Estos dos agentes básicos y aquel principio de la máxima sobriedad en el resultado del proceso de proyecto darán como resultado un notable resultado final, especialmente satisfactorio dados los condicionantes iniciales de la dinámica de proceso proyectual.”
Lo dicho: hasta en la sopa. Cómo se carcajeaba Tom Wolfe en La palabra pintada de estos críticos de palabras largas e ideas cortas. Decía que no existía literatura más abominable que la que acompaña una obra de arte. Eduardo Robredo expone en Tercera Cultura su convicción sobre la inviabilidad de una filosofía desligada de lo material. La arquitectura, por su parte, sigue siendo territorio de un idealismo irrespirable.
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