Ayer me llamaron del Servei Català del Trànsit. Una encuesta, en catalán, voz femenina. El momento no podía ser peor. Les digo que otro rato. ¿Mañana?, de acuerdo. Me vuelven a llamar hoy al mediodía. Estoy acabando algo en el ordenador y tengo que hacer una llamada urgente. Les digo que no puedo. Y ahí me dice la niña algo espectacular. Algo que ninguno de esos sufridos latinoamericanos o no que te llaman desde Jazztel o cualquier otra compañía privada de esas pesadísimas osaría proferir ni en sus peores sueños. "¿No puedes o no quieres?". Así, en plan tuteo admonitorio. Tocada y herida, respondo "no quiero". "Pues di que no quieres y ya está", me suelta mortificada colgando de inmediato y dejándome con el trasto en la mano.
Como decía Paul Eluard, existen otros mundos pero están en este. Uno es el de la gente que se busca la vida y el otro el de la administración pública. ¿Por que me trata así su encuestadora? ¿Es una funcionaria que no teme por su trabajo? ¿Es alguien tan convencido de que algo tan indispensable y fabuloso como el Servei Català del Trànsit merece dejarlo todo y responder sí o sí? ¿O porque depende de un "govern nostre" tiene el derecho natural a reñir al ciudadano que no colabora?
En todo caso pienso que ha llegado un punto en que estos mundos con tan distintos privilegios ya sobran. Y más cuando uno financia al otro.
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