Reciclo mi basura. Me tomo bastantes molestias. Diariamente separo los deshechos orgánicos en una bolsa y en otra todo lo demás: plásticos etc. Los miércoles el portero recoge el vidrio y el papel. Pero es una tarea casera sin especial valoración. Aunque lo tengo avisado, a la que me descuido, mi marido ya ha tirado un papel en la orgánica y la señora que me ayuda en casa acaba haciendo lo que le parece la mayoría de las veces. Me paso la vida metiendo la mano en las bolsas y sacando cosas que allí no tocan.
Soy tirando a escéptica. Leo información crítica de aquí y de allá. Tengo sospechas razonablemente fundadas de que tal vez al final todo resulte una fantasmada más de la brigada de los cruzados morales contra el consumo y el capitalismo. Hay quien se ríe directamente del asunto de la selección casera de basuras: “La gente tiene derecho a practicar los rituales que crean que mejor les acercan a sus dioses” dice el paio. Las noticias de la prensa me dan muchas pistas en contra. Pero yo me angustio cuando veo esa lata con el vidrio. He establecido un patrón de relación “lata en el vidrio” con comportamiento incívico, mal ejemplo y un temor impreciso a alguna catástrofe que pueda ocurrir por mi negligencia. No digo que no sea conveniente que cada ciudadano haga lo que pueda para atenuar el impacto de su superflua existencia en el medio ambiente. Lo que me temo es que también esta amenaza borrosa y todo el dramatismo añadido estimulan mis tendencias supersticiosas innatas. Hay una inclinación irresistible en considerar que no nos merecemos nuestra suerte y que el mayor nivel de vida que vamos consiguiendo lo pagaremos de alguna manera. “Al fons del sac trobarem les engrunes” (“en el fondo del saco están los mendrugos”) advertía mi abuela cuando se alarmaba por algún exceso.
Sí, de alguna forma, fastidiándome, sacando la servilleta de papel de la basura orgánica y pringándome en la operación exorcizo ese milagro de vivir en la parte del mundo que hace esa guarrada porque quiere y no cómo esos patéticos niños que se ganan la vida hurgando en un vertedero. Hy Ruchlis en su libro “Clear Thinking” dice que es la necesidad de establecer patrones y confiar en ellos lo que hizo que sociedades antiguas tratasen de “aplacar a los agentes sobrenaturales con ceremonias especiales y ofrecimientos que no hacían nada para mejorar la situación de la comunidad salvo hacer que sus miembros se sintieran mejor”. Richard Dawkins en “Destejiendo el arco iris” , hablando de este tipo de comportamiento recuerda que los animales también son capaces de superstición y cita un famoso estudio de Skinner sobre palomas.
Por lo que a mi respecta que no haya relación causa-efecto entre ambas cosas y que pudiera ser que no sirviera de nada mi sacrificio evidencia que los mimbres de mi conducta son supersticiosos. Y que si algún día tengo claro que es inútil seleccionar la basura en casa, pasaré por una temporada de deshabituamiento del mismo tipo que padece quien ha estado convencido toda la vida de que le espera una desgracia si pasa por debajo de una escalera y comprende por fin, pero sólo con la cabeza, que es una patraña.
18 comentarios:
Yo, en cambio, necesito que alguien crea en el reciclaje para luego darme el gustazo de descreer. Es el placer de la transgresión...
Por mucho que reciclemos particularmente, por mucho que el tripartit delibere si cobrarnos las bolsas del super o del Corte Ingles etc -que es dónde llevamos todas las compras- antes de llegar a casa saliendo del trabajo... Si por mucho que hagamos, la raíz de todo vienen directamente de las empresas y de las fabricas.
¿Porque tenemos que pagar unas bolsas de plástico que luego utilizamos para reciclar todos los plásticos que nos venden con los tomates con polispan, con las carnes con polispan, y así un largo etc?
De todo el mundo es sabido que las famosas bandejitas de polispan son mucho mas contaminantes.
Me niego en rotundo a reciclar mis basuras antes de arrojarlas en el contenedor.
Cuando estuve 2 años cobrando el paro al cesar en mi trabajo, nunca me llamaron para hacer actividades sociales. Estuve dos años inactivos, cuando me podían haber llamado a colaborar unas horas diarias en trabajos sociales, entre ellos el reciclaje de basuras, limpieza de jardines, calles, vigilancia del tráfico.. etc.
Mientras los beneficiarios del subsidio de desempleo no hagan actividades sociales, este Abate no reciclará un solo plástico ni vidrio.
Claro que el trabajo social tiene relación con socialismo y......
Yo me llevo unos mosqueos monumentales cuando mi chica tira las lentillas desechables al retrete. Sí, quizá sea una superstición creer en el reciclaje, pero es que yo soy Acuario y muy idealista.
Puede que los sistemas de recogida selectiva de residuos sean mucho menos eficaces de lo que nos anuncian, pero sospecho que la abusiva generación de basura no degradable no es una superstición. Dado el problema, el dudoso ritual domético, desde luego no dañino, me parece por encima de todo un signo de compromiso y responsabilidad, una buena señal.
Le felicito por lo que hay detrás de su civilizada manía.
En mi opinión se trata sobre todo de una cuestión de ética y de estética. ¿Le gusta a la gente ir sorteando bolsas, latas, etc. cuando van a la playa o la río a bañarse en sus vacaciones? ¿Disfruta el personal sabiendo que la bolsa de Carrefour asfixia a una tortuga boba que la confunde con una medusa? ¿O constatando que los aros de plástico que atan las cervezas hacen lo mismo a las cigüeñas?
Es una cuestión de respeto por el entorno. Y sí, entorno es el prójimo, usted y el otro, y también la tortuga y el pajarito.
Llámenme ecologista y socialdemócrata, que tendrán razón.
y eso por no hablar de los gusanos
Javier Marías en "Todas las almas", su novela inglesa, tiene una interesante reflexión sobre el cubo de la basura como metáfora de nuestra vida: lo que consumimos es lo que nos consume. Cada bolsa de basura es un día de nuestra existencia. ¡Y no es poca, ciertamente, la información que de nosotros dan nuestras particulares basuras! Los acosadores pseudoperiodísticos de los famosetes lo saben mejor que nadie.
En última instancia, tampoco cuesta tanto. Y se llega al virtuosismo en poco tiempo, lo cual siempre es de agradecer. Como yo tardo casi una semana en bajar la bolsa del plástico y las latas, ¡enjuago todos los envases antes de embolsarlos! Ya es un hábito. Previene los olores nauseabundos de los desperdicios orgánicos. Se les pude aplicar el viejo refrán: "el pez y el huésped al tercer día hieden".
Yo me temo que es una patraña total. No me creo nada.
Pero esto de reciclar en tres cubos de basura….¿donde se dá?.
Cuantos metros tienen sus cocinas?
En un pisito de una gran cuidad de 30mts incluido descansillo, que nos da una cocina americana de 3mts…………..debemos escoger o tenemos comida o tenemos cubos de basura, …..
No se, no se, creo que esto del reciclaje es mas bien cosa de la “alta burguesía”, recicla “la interna” : quedamos en paz con la ecología y nos la damos de progres
La ciencia tiene la respuesta. Hace un montón de años, cuando se hablaba de los CFC de las neveras, y el efecto invernadero que provocaban, yo también me lo tomaba a coña, pero se ha demostrado que su eliminación ha tenido efectos beneficiosos. Sí, de acuerdo, el marketing, las modas, las malas conciencias...bla, bla. Pero no nos podemos mirar todo con cinismo. No todo da igual, ni todo es mentira. No nos convirtamos en unos michael moore cualquiera.
Aquí, en Alaska, en mi trabajo, siempre te están soltando lo mismo: ¡Hay que reciclarse!. Como si uno fuera un envase de plástico.
Un saludo
Se empieza ridiculizando el reciclaje y se acaba matando la vieja por pasar en rojo. No, no es ninguna liturgia, aunque justificaciones morales se pueden encontrar para lo que haga falta.
Por cierto, lo que queda en el fondo de la bolsa del pan son miajas, no mendrugos.
Sobre las basuras. Tuve la suerte, durante un tiempo, de conocer a un personaje políticamente correcto que me asestó, sin despeinarse, un golpe de civismo. El personaje en cuestión había vivido quince años en Austria, país correcto donde los haya, y más aún con sus residuos.
Aprendí, no sin asombro, cómo tras la ingesta de un yogurt dejaba correr el agua en su cavidad para evitar fusiones químicas y con ello asegurar que no quedaran restos orgánicos en el plástico.
Todo esfuerzo adicional conlleva siempre una razón noble, pensé. También di crédito a que podía ser una cuestión de cultura cívica, que incluso va más allá de la política y es a priori como más creíble.
Comencé a adoptar hábitos extrapolables a los del yogurt convirtiéndome en una esclava de mis propios residuos; lo hacía ahora con las pila, otrora con los cartones o con las hebillas de la ropa desechada; en fin, me convertí en una víctima de mi propia basura.
Y así como los personajes pedagógicos de la socialdemocracia se convierten a menudo en seres reciclados, me convertí yo misma en fiel reflejo de mi propio destino: no era reciclable, ni siquiera mis restos lo eran tras la vida disoluta de residuos que he creado a lo largo de mi existencia. Sufrí el castigo de quien reniega de un hábito adulto, ya sea en forma cruel de abstinencia o como el severo castigo de asumir ser una es un ser incívico. Pero he adoptado la tesis de que quién basuras crea, basuras se come.
Creo que me he liberado, me siento otra sabiendo que la mayoría de mis esfuerzos pasados eran sólo chica electoral para quienes no saben comerse y aceptar sus propias miserias. Claro que esto es una opinión muy personal.
Joder Eva ¡Jesús!, con perdón
Todo es patraña. Se trata de hacer sentir culpable a la pobre ama de casa por utilizar un aerosol, al adolescente que se come un yogur, a la abuela que va al super con una bolsa de plástico o a la joven mamá que, lógicamente, utiliza pañales desechables en lugar de pasarse el día limpiando caquitas. Mientras los de siempre continuarán con sus viajes en business, sus coches de empresa, sus traslados innecesarios con chófer a cargo del erario público y sus demostraciones de ecología chorra a pedales. Y luego hay los Madoffs de turno, capaces de crear un agujero negro con los ahorros de todas las abuelas del mundo. Ante semejante panorama, que recicle su padre. Après moi, le déluge.
Creo que fue en la última cumbre sobre el calentamiento global, que los jets privados de los asistentes crearon más CO2 que México en un año. Igual exagero.
Me veo perfectamente retratado en el post, salvo en la curiosidad por leer escritos que denuncian que reciclar no sirve para nada. ¡Con lo feliz que es uno gracias al rango social digno que alcanza como reciclador espontáneo y atento de la basura! No es poca cosa: ¿nadie recuerda Barcelona hace 25 años, cuando la mayoría de los dueños de perro no recogían la mierda? ¿Y esos bares con decenas de miles de servilletas en el suelo? Los denunciadores de la inanidad del reciclaje me parecen antisistema con otro disfraz, a fin de cuentas, ¿cuántos "progres" renuncian al automóvil y al consumo contaminante? ¿No tiene uno derecho a sentirse superior cada vez que obra responsablemente con un código cívico que por fuerza no puede ser nocivo?
Más interesante sería buscar información sobre soluciones para la basura: sólo se trata de grandes problemas técnicos y económicos que se resolverán con trabajo. Cada vez que se malgasta energía pensando si el reciclaje cívico es útil para remediar la contaminación o sólo es una patraña se asemeja uno a los anticapitalistas que denuncian esta orgía de despilfarro que los hunde en el alcoholismo y en la obesidad. ¡También es una trampa para sentirse bien y más listo, sin haber resuelto nada, ni empezado a resolverlo!
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