Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

motivos, los que quieras

viernes, 4 de mayo de 2007

Vamos a hablar de “los motivos”. Los de la violencia. En el caso del País Vasco, hablar de “los motivos” lo ha sido sobre “el conflicto”. Haberle dado esta categoría a lo que no viene siendo otra cosa que el deseo de algunos de imponer una agenda política saltándose las reglas del juego democrático ha permitido que el chantaje durase un millar de muertos, 30 años y los que vendrán si sigue el adolescente. Motivos también tenían los que protagonizaron los terribles episodios violentos en la banlieu parisina y de otras ciudades francesas. Condiciones infinitamente mejores que las que obligaron a sus padres a abandonar sin chistar sus respectivos países de origen son esgrimidas ahí por algunos para sembrar la destrucción en los bienes públicos y en los de sus inocentes vecinos. En Madrid, estos días, no han disfrutado de argumentos tan comerciales: se han tenido que conformar con un"NOS LA HAN LIADO Y SE LA HEMOS LIADO A BOTELLAZOS" . También han quemado coches y han destruido mobiliario público, amén de agredir a miembros de la policía. Espero que todos esos estudiosos sociales que analizan “los motivos” en Francia cuenten también con el dato español: como a uno no le dejan emborracharse en la calle, poner de los nervios al vecindario insomne y dejar como un vertedero el espacio público, uno, como persona cargada de motivos y “el derecho a los jóvenes a divertirse” es tan legítimo como cualquier otro, se erige en interlocutor “bilateral” con los representantes de las instituciones del estado y oponen “lío” al “lío”.Con un par.
En el fondo lo que subyace es lo mismo.

5 comentarios:

Neguev and me dijo...

Querida Mujer Pez, le ha faltado a usted, como a Sarkozy, al que hoy dan ganador en todas las encuenstas de la prensa vecina, mencionar a propósito del "arde Paris y su banlieu" la palabreja que pronunciara Sarkozy, y tantos ríos de tinta hizo correr. ¿ Recuerda? Racaille.
Inexplicable fenómeno el de la violencia...pues no sé. A fuerza de relativizar, y eso que sé que a usted Ratzinger le pone los pelos de punta, llegamos a la conclusión del que el Mal no existe.

Un saludo

Unknown dijo...

Buena entrada, estimada amiga, directa a la actualidad. tan sensato como siempre.

Lo de los motivos me recuerda aquella película de Renoir (creo que era la règle du jeu) donde unos de los protagonistas decía 'cada cual tiene sus razones'. Un gran verdad. Ahora, en lugar de razones nos gusta más la jerga psicológica de los motivos (que nos 'mueven' a actuar así).

Los motivos y, no menos importante, los derechos. Cualquier deseo o pretensión presentada como un derecho, seguro que inalienable. Si unos piden el derecho a decidir (así, sin más), los otros el derecho a divertirse. Ya metidos en demagogia que no sea sólo para los jóvenes: el derecho humano fundamental a divertirse y pasarlo bien. ¡Cómo se nos había pasado1

Anónimo dijo...

"¡A colocarse todos!"
José García Domínguez

En el fondo, lo que quiso transmitir Simancas es que resultaría profundamente injusto tratar a los jóvenes vándalos y borrachos de Malasaña igual que si fuesen viejos vándalos y borrachos, de Malasaña o de cualquier otra parte. A lo largo de todo el siglo veinte no hubo un solo movimiento liberticida, ya fuese nazi, fascista o comunista, que renunciara a adular hasta la nausea a los jóvenes para usarlos luego como carne de cañón. De ahí que nada haya de original ni novedoso en las declaraciones de Rafael Simancas justificando a las hordas de borrachos que han herido de gravedad a un agente municipal en Malasaña. Y es que, según el aspirante del PSOE, esas desamparadas víctimas del Sistema necesitan "alternativas de ocio" de las tres de la madrugada en adelante; una surtida variedad de actividades lúdicas y festivas cuya organización y financiación, huelga decirlo, habría de correr a cargo de los poderes públicos, que para eso están.

Porque "los jóvenes madrileños no son vándalos ni borrachos", como se apresuró a aclararnos a continuación el estadista. Una información preciosa para cuantos pensasen que absolutamente todos los menores de treinta años empadronados en el municipio de Madrid eran politoxicómanos, macarras y delincuentes habituales fichados por la Policía. Aunque, en el fondo, lo que quiso transmitir Simancas es que resultaría profundamente injusto tratar a los jóvenes vándalos y borrachos de Malasaña igual que si fuesen viejos vándalos y borrachos, de Malasaña o de cualquier otra parte.

Pues detrás de esas aparentes tonterías improvisadas a micrófono caliente se oculta algo más hondo que la torpe demagogia descarada de un candidato que se sabe perdedor. Muchísimo más hondo. En realidad, lo que asoma la patita tras sus palabras es el gran legado sesentayochista que ha acabado por destruir las señas de identidad de la socialdemocracia continental. A su manera, lo que el pobre Rafa trata de hacernos comprender es que esos jóvenes bestias en ningún caso habrán de ser juzgados por las consecuencias de sus actos, simplemente, porque son jóvenes. Y la juventud, contra lo que suponemos los retrógrados, ya no es un estado transitorio de la biología humana que se acaba curando con el paso del tiempo, sino una categoría ontológica.

¿Vándalos y borrachos? No, hombre, no. Al contrario, constituyen la vanguardia de una nueva bioclase social asistida del legítimo derecho a dormir el sueño de la infancia interminable. La bioclase que contrapone su aguerrida y vital "cultura juvenil" a la Cultura, aquel ácido corrosivo que nos envejecía de golpe al contagiarnos una memoria que trascendía los límites de nuestra propia biografía.

Mas qué gran homenaje póstumo de Simancas al Viejo Profesor y su inolvidable lección magistral: "¡A colocarse todos!".

Anónimo dijo...

Gotigoti dijo,
estoy hasta las narices de los adolescentes. El clima de opresión que llegan a crear es insufrible, Si incluso el dar un garbeo por tu ciudad se convierte en algo agobiante:pintadas en todas las fachadas,motos a todo trapo,griterio por las noches,suciedad,chulería etc.Necesitamos un Giuliani con su ley de la ventana rota que por lo menos intente reestablecer el orden público,a mi otra solución no se me ocurre.
Roger Scruton escribió un ensayo sobre esto:Youth Culture Lament, apareció en cityjournal, autumn 1998.
El espléndido blog bilbaopundit cambia de ubicación y nombre,ahora se llama tablarasa.blogspot.

Anónimo dijo...

José García Domínguez ha quedado descalificado.