Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

Los intelectuales y la "temperatura ambiente"

jueves, 29 de noviembre de 2012



Dándole un repasillo al libro de Pinker The Better Angels of our Nature, me encuentro con este párrafo:

"Los intelectuales, en palabras de Eric Hoffer, "no funcionan a temperatura ambiente". Ellos se excitan con las opiniones osadas, las teorías agudas, las ideologías que arrasan lo antiguo y las visiones utópicas del tipo que ha causado tanto daño en el SXX. El tipo de razón que expande las sensibilidades morales no viene de grandiosos "sistemas" intelectuales, sino del ejercicio de la lógica, de la claridad, de la objetividad y de la proporcionalidad. Estos hábitos de la mente no están nunca igualmente repartidos en la sociedad, pero el efecto Flynn eleva todos los botes, así que podríamos esperar ver una ola de mini y micro ilustración tanto entre las elites como en los ciudadanos corrientes a la vez".

Así sea. Una de las maneras de conseguirlo, tal vez sería que nuestros intelectuales y políticos leyeran al grande y modesto Hoffer.

1 comentario:

Juan Poz dijo...

Porque lo habitual es reflexionar en un plano desde el que se abarca el planeta, no la circunstancia concreta ni mucho menos el propio cuerpo. La reflexión sin determinaciones reales se desparrama como la lava que baja por la ladera del volcán: lo arrasa todo a su paso. Para reflexionar desde el cuerpo está la Literatura, se me podría objetar. Pero la reflexión política ha de partir también de la realidad y ha de coincidir en muchas cosas con la propia Literatura. Cada vez considero, con más énfasis, en que la hibris es, desde bien antiguo, nuestro único mal. Nos falta humildad, humus, que es la materia de la que estamos hechos los humanos. A los políticos se les queda pequeño todo. Pensemos en Anguita, eje del universo en su tiempo y deleznable orador de casino provinciano, y se comprenden muchas cosas de este país de todos los demonios.