Estuve hace poco en un centro comercial y me pareció estar en la plaza de un pueblo. Niños corriendo y gritando y grupillos de jubilados rememorando antiguas anécdotas y echando vistazos furtivos a mozuelas exhibicionistas.
Una de las ideas más generalizadas es la de que el ser humano se ve viviendo progresivamente en espacios que no se compadecen con su naturaleza y que por ello sufre consecuencias físicas y psicológicas. La psicología evolutiva y otras ciencias de la mente también han sostenido desde hace años que el nuestro es el cerebro de una criatura del Pleistoceno que se ha encontrado en un ambiente para el que aún no ha tenido tiempo de evolucionar.
Sin embargo, cada vez es más discutido. Muchos investigadores se inclinan por pensar que hay indicios de que se han producido cambios y más rápidos de lo creído, los más llamativos en la dieta humana y en la diseminación de ciertas enfermedades. Y todo ello claramente promovido por nuevos hábitos culturales.
Así que cuando nos escandalicemos por cómo se han impuesto entornos nuevos como un centro comercial, verdadera urna de intercambio social, económico y, a veces, habitacional, pensemos que, como dice este artículo , lo que es realmente improbable es que los seres humanos diseñen entornos para los que estén mal ajustados. Posiblemente, al contrario.
1 comentario:
Al margen de los hallazgos que alcancen los científicos sociales, mi impresión es que las personas se concentran en grandes centros comerciales por dos razones muy negativas:
1ª. Los espacios al aire libre están invadidos por los coches: ruido y polución, además de la falta de espacio.
2ª. El consumismo. Las actividades que no estén unidas a un gasto que reporte la consecución de algo concreto (material o servicio) no suponen una excitación suficiente para una gran parte de la población.
Así de triste.
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