Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

Hay que apoyarle

miércoles, 2 de enero de 2013





Imram es un hombre valiente. De la misma manera que lo fueron muchos en nuestra tradición librepensadora. Osados sin los que no podríamos hoy en día desarrollar nuestras ideas tanto en la ciencia como en el pensamiento sin temer por nuestra vida.

Hasta ahora ha sido un fenómeno minoritario en España. Nuestra inmigración se ha compuesto mayormente de recién llegados con baja cualificación formativa y con necesidades más perentorias que las filosóficas. Pero, en otros países, hace tiempo que personas de cultura musulmana pero que reniegan del Islam tratan de organizarse para exigir para los suyos los mismos derechos y libertades de los que gozamos nosotros.

A Imram Fisarat se le concedió en época de Zapatero un estatuto de refugiado político. Pero ha andado jugando con fuego como es su obligación. En plena época en la que el mejor medio para difundir un mensaje es el audiovisual,  también plena lógica, Imram ha elaborado un documental. Un documental en el que no habla favorablemente ni de Mahoma ni del Corán. El gobierno de Rajoy quiere sacarse de encima ese molesto elemento y echarle del país.

No debemos consentirlo. Estemos de acuerdo con sus opiniones o no, estemos de acuerdo o no con sus formas... Por favor, lo último que podemos decir es que "no es oportuno", cosa que ya se debe haber dicho. ¿Cuándo es oportuno desafiar a la bestia el dogma? Nunca lo es y nunca lo será.

Esta es su vida:


«Más que una religión, el Islam es un castigo», sentencia Imran con fimeza. «Pero no toda la gente en Pakistán es mala, ni todos los musulmanes lo son. Mi padre, al que mataron por mi culpa, era un hombre bueno. Pero Pakistán lleva un retraso de doscientos años respecto al resto del mundo, es una sociedad islámica estricta donde nadie puede hacer nada libremente. Antes de comenzar algo, debemos pensar cuidadosamente en la reacción de la gente. Y mantener relaciones prematrimoniales supone un delito castigado con el apedreamiento hasta la muerte», explica. Imran pidió a Jenny que se convirtiera al islam para poder casarse con ella, tal y como dicta la ley islámica. Pero Jenny ha visto morir a sus padres y a su primer marido a manos de los musulmanes indonesios. Convertirse al islam era superior a sus fuerzas, así que comenzaron a vivir juntos en casa de Imran, en espera de una solución. Pero los vecinos no lo permitieron.

A Imran fueron a buscarlo a casa y lo llevaron a la comisaría, donde le pegaron y le cortaron el pulgar de la mano izquierda en señal de castigo. A Jenny la encerraron en una habitación y la violaron varios policías. «Me dijeron que si yo podía dormir con ella sin estar casados, por qué no iban ellos a poder acostarse con ella», recuerda. Mataron a su padre en represalia y a ellos les quemaron la casa. Se salvaron saltando, con su hijo pequeño en brazos, por la ventana trasera. «Reniego del islam -afirma-, reniego de una religión que coarta mi libertad y mis derechos, que no entiende lo que es el amor, y además es hipócrita. ¿Por qué Mahoma se pudo casar once veces, y una de ellas con una niña, y a mi no me permiten hacerlo una con mi amor verdadero, solo porque la mujer a la que adoro es budista?», se pregunta.

Amenazas. «Si vuelvo, me condenarán por blasfemo. Me dicen que insulto al Profeta porque digo que se le permitieron cosas que el Islam no permite. Eso no es insultar, eso es decir la verdad. Pero los islamistas no tienen capacidad para soportar la verdad», asegura. «Estoy recibiendo amenazas de muerte por las críticas al islam que hago en los medios de comunicación. Son llamadas telefónicas imposibles de localizar, porque las hacen desde cabinas. La última fue el pasado 3 de marzo», recuerda [la entrevista es del 2010]. «No tengo miedo por mí, sino por mi familia», afirma Imran. «Si tengo que volver a Paquistán, sé que estoy en la lista negra. Me detendrán en el aeropuerto e iré a la cárcel. Jenny tendría que ir a Indonesia; mi hijo ingresará en un centro para menores en España. Al menos para la niña hemos conseguido la nacionalidad española…».



Imram representa este personaje del que la historia tiene, afortunadamente, ejemplos abundantes y que han sido decisivos para el avance y el progreso de todos. No le abandonemos. Y más cuando en este país sólo es políticamente correcto atacar al cristianismo y sobre todo al catolicismo.

Como cuando nos indignamos ante la condena a Javier Krahe, ahora nos toca hacerlo con la expulsión (posible) de Imram.  Imram es uno de los nuestros.


1 comentario:

Manuel Alba dijo...

No conozco el vídeo y habría que ver el tipo de la "incitación al odio y a la violencia religiosa" pero es claro que el artículo 20 de la Constitución vigente que recoge el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión no aparece limitado, y que resulta que este es uno de los derechos que integran el núcleo de nuestra constitución y de la cultura europea. El respeto a las diferentes creencias es del orden del respeto a la convicción en la belleza de la pareja o en la inteligencia de los hijos, no debemos desviarnos de nuestro camino para ofender innecesariamente la sensibilidad ajena, pero tampoco ponernos guantes de seda para tratar la violaciones mas bastas de los derechos humanos cometidos en nombre de la religión y que nunca seria aceptados sin tales coartadas ideológicas.
Imram y su familia merece toda la ayuda y toda la solidaridad de que seamos capaces.