Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

Bicentennial Woman

jueves, 28 de julio de 2011

Bueno, pues empiezo por la muerte. Después de meses sin escribir en el blog, vuelvo con estas alegrías. Recuerdo que un amigo me dijo una vez que su sueño recurrente (de los del tipo “memento homine”) era ser perseguido por alguien con intención fatal y que cuando estaba en un tris de encontrarse con el gaznate rebanado se despertaba dando alaridos para alarma de pareja y vecinos. Yo he tenido varios, a cuál más malasombra. El último que voy al mercado y soy incapaz de ver qué tienen expuestas las paradas porque casi no hay luz y no puedo ver apenas nada. Es un sueño perfectamente marujil que no impide que lo viva con gran angustia.

Hace unos días en Big Think una especie de mega estoico se empeñaba en convencernos de que morirse no es una cosa tan mala y nos daba razones de por qué una buena vida no necesita ser una larga vida asegurando que (refiriéndose al temprano deceso de Amy Winehouse) “es triste irse a los 27, incluso a los 66. Pero esto no significa que uno no haya tenido una buena vida”.

Vaya bullshit. No hay nada que hacer. En un mundo donde casi nadie cree en la otra vida es inevitable poner todas las esperanzas en esta. Ray Kurtzweil es ya más conocido por abanderar tal casi desesperanzada esperanza que por sus inventos cibernéticos.

No queremos morirnos. Nos da mal rollo y es una perspectiva fastidiosa. Lo prueban multitud de webs y de blogs dedicados a temas tan variados como la criogénesis y que se llaman cosas como “Transterrestrial musings

He sabido a través de Pajamas Media de la muerte (a la vez que de la existencia) de Robert Ettinger, transhumanista, pionero en la investigación sobre la extensión de la vida. A los 92 años. Su imaginable decadencia física no le ha impedido quererse lo suficiente como para ser crionizado.

Este individuo me llena de estupor. Su vida es de un descaro y de una independencia de criterio que tiene poco parangón. Casualmente estos días estoy leyendo “La rebelión de Atlas”. Aunque puede ser irritante en algún momento, y en algunos sentidos algo pasada de moda (el tratamiento del sexo y de las relaciones entre hombres y mujeres, por ejemplo) tiene un poso de desafío asombroso. Ayn Rand es un personaje fascinante y absolutamente único. Que sea, además, mujer, le da una condición de rareza casi incomprensible (¿se imagina alguien una Ayn Rand española? Y no hablo de principios del SXX, sino ahora). Pues bien: todo me encaja cuando el autor del articulo de Pajamas Media dice que el movimiento Transhumanista tiene concomitancias con el Libertarian. Según él no debería sorprendernos. Los conservadores tradicionales creen que los hombres en definitiva pertenecen a Dios. Los izquierdistas les suponen unidades del Estado o del ciclo de la vida de Gaia. Sólo los libertarians creen que los individuos se pertenecen a sí mismos y quieren preservarse lo mejor y el mayor tiempo posible. De ahí la atracción por el Transhumanismo.

¿Una de las cosas que define nuestra humanidad es la muerte? Esa es la moraleja de “El hombre del Bicentenario”. Pero…,