La aparición de grandes estados en los que ha imperado la ley y el orden ha favorecido la superación de las rivalidades que se basaban en lealtades consanguíneas, de religión o de lengua. Steven Pinker sostiene[1] que uno de los motivos por el que ha declinado el número de guerras es que también se ha reducido el número de estados. Durante la guerra de los 30 años había alrededor de 500 unidades políticas en Europa que, en los años 1950, se habían reducido a menos de 30. La idea es que, manteniendo un área constante, como hay menos guerras intra estados que entre estados, hay más posibilidades para la paz. También dice Pinker que un quizá paradójico contribuidor a la Larga Paz ha sido el congelamiento de las fronteras. Las Naciones Unidas iniciaron una norma por la que los estados existentes y sus fronteras eran “sacrosantos”. Recordemos eso cuando no le damos alegremente importancia a la idea del secesionismo en los paises europeos.
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).
el separatismo es regresivo y peligroso
viernes, 20 de enero de 2012
Hitchens y el aborto
jueves, 19 de enero de 2012
Ni los no creyentes tenemos una manera materialista e inmisericorde de contemplar los dilemas sociales ni son las sociedades más impregnadas de fantasía las que mejor subsisten. “No conozco ninguna sociedad que hubiera sufrido nunca a causa de un exceso de sentido común” dice Sam Harris, y, según datos que aporta este autor provenientes del United Nation’s Human Development Report (2005) las sociedades más a secularizadas, Noruega, Islandia, Australia, Canadá, Suecia, Suiza, Bélgica, Japón. Países Bajos, Dinamarca y el Reino Unido son realmente las más saludables, como indican sus promedios en expectativa de vida, alfabetización, renta per cápita, nivel educativo, igualdad de sexo, tasa de homicidios y mortalidad infantil. Por contra las 50 naciones peor situadas en el ranking en términos de desarrollo humano son las más vehementemente religiosas. Naturalmente, como dice Harris, los datos correlacionales de este tipo no indican relaciones de causa efecto: ni creer en Dios conlleva disfunción social, ni la disfunción social conlleva la creencia en Dios. Pero sí demuestra que el ateismo es perfectamente compatible con una vida social sana y con las aspiraciones básicas de la sociedad civil. Y, desde luego, que una sociedad de creyentes no garantiza una salud social.
La mayoría de personas incluso las que se declaran no creyentes practican una suerte de diezmo y suelen ser muy antagónicas con los ateos, a quienes acusan de ser radicales. Suponen que el ateismo es materialista y hedonista y le dan a ambos términos un sentido despectivo. Y ni siquiera es cierto. Un ateo no tiene por que ser especialmente hedonista. Más bien diría yo que, en el caso del humanista secular, su filosofía es más bien estoica.
Se llevarían muchos una sorpresa si supieran que un ateo no es necesariamente alguien con una visión fría y quirúrgica en cuestiones tales como la eutanasia o el aborto. Muchas veces un mayor conocimiento de la ciencia y del ejercicio de la razón lleva a valorar con más fuerza la vida. Fíjense qué dice Christopher Hitchens[1] sobre el aborto:
Dada mi condición de materialista, creo que se ha demostrado que un embrión es un organismo y una entidad independiente, y no meramente (como algunos defendían) un bulto añadido al cuerpo o en el cuerpo del organismo femenino. Solían ser las feministas quienes decían que no era más que un apéndice, o incluso un tumor (esto se argumentaba en serio). Esa insensatez parece haberse frenado. Una de las consideraciones que la han frenado es la fascinante y conmovedora imagen proporcionada por el ecógrafo, y otra la supervivencia de bebés “prematuros” con el peso de una pluma que han alcanzado viabilidad fuera del útero materno….La embriología corrobora la moral. Aún cuando se utilicen con un tono politizado, las palabras “niño no nacido” describen una realidad material.
[1] Dios no es bueno. Christopher Hitchens. Ed. Debate.
Camila Valleja está agotada, la pobre
miércoles, 18 de enero de 2012
El exilio preventivo de los Pinker
lunes, 16 de enero de 2012
La sapiosexuality, nueva perversión erótica
jueves, 12 de enero de 2012
Mi amigo Eduardo Robredo me envía un artículo en el que por primera vez veo este término. Define la atracción sexual que puede inspirar alguien inteligente más allá de su aspecto físico. No parece nada nuevo, salvo una expresión rimbombante.
Los enterados del discurso básico de la psicología evolutiva tendrían una respuesta lista. Pero sólo en una dirección. La que va de la mujer al hombre. Ella se enamora de la inteligencia por ser rasgo de macho alfa y soler estar asociado a un estatus superior. Ya sabemos que, aún hoy en día, las enfermeras se casan con los médicos pero no es común una médico casándose con un enfermero.
También te dirán que disfrutamos de una importante plasticidad en la sexualidad humana, pero las mujeres son de Venus y los hombres de Marte y es lo que vas a encontrar estadísticamente hablando. Pero, ¿existe algo parecido a un “progreso” sexual o nos encerramos en nuestro sabio escepticismo? El ejemplo personal no sirve de nada si lo que queremos es hablar en términos generales, pero yo he sido prototípicamente darvinista y todo lo contrario en distintos momentos de mi vida. A veces, he sido de Marte. Y tampoco me ha ido tan mal.
Existen dudas, y hasta cierto sarcasmo, ante el supuesto “progreso” moral del ser humano y no digamos de su presunta evolución (en sentido no científico) hacia una mayor bondad como ha sugerido Steven Pinker en su último libro. Pero él nos invita a mirar a nuestro alrededor y a que comparemos. Quizá no sea mala idea proponer un discurso menos conservador (en sentido amplio) para las relaciones entre hombres y mujeres que contemple con la misma seriedad los avances en las disciplinas basadas en la ciencia. El problema con la psicología evolutiva pop es que cierra la boca a cualquier discusión sobre un progreso en la igualdad sexual, y alimenta la misoginia y los estereotipos sexuales. Cuando uno se hace mayor y mantiene sus pautas de macho de hace 30 años tal vez tenga necesidad de justificarse en base a esa naturaleza humana que igual vale para un cavernícola que para un catedrático de lo que sea.
El hombre es promiscuo y en todo caso busca parejas fieles y cómodas. La mujer es reservada porque invierte en machos con estatus. Quizá convendría mirar también a nuestro alrededor y ver si eso sigue inalterable. No cabe duda de que los modos tradicionales en lo sexual no serán borrados del todo por las nuevas costumbres, más bien va a haber un mix conflictivo. Pero la mayor expectativa de vida en plena actividad y los quizá largos años en una dorada edad madura (por no llamarla “tercera”) cambiarán algunos valores. Sin flexibilidad en el repertorio de las conductas y una mayor valoración de la inteligencia de la pareja -incluida la de ella- (guapos lo vamos a ser todos dentro de poco si la sociedad avanza como se prevé) se van a hacer eso, muy largos.