La felicidad. Todos queremos ser felices. La perseguimos pero, ¿hay recetas? ¿Y si no dependiera de nosotros? Jonathan Haidt, en The Happiness Hypothesis, sostiene que hay gente que ganó la “lotería cortical”. Sus cerebros fueron configurados para ver la parte buena de la vida. Vaya. Resulta que la felicidad es uno de los aspectos más heredables de la personalidad. Los estudios con gemelos indican que de el 50 al 80 % de toda la variación entre personas en su niveles medios de felicidad se explican más por sus genes que por sus experiencias de la vida.
D.T. Lykken, tras sus investigaciones, descubrió que en situaciones de normalidad parental (sin abusos ni negligencias) uno podría intercambiar a los padres sin afectar significativamente la clase de persona que acabaría siendo el niño.
Según tan sorprendente hipótesis (por lo menos, lo ha sido hasta hace muy poco) no importa qué te pase en la vida, al final siempre tiendes a un punto medio: tu nivel de felicidad por defecto en tu cerebro.