Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

moriremos de corrección política

lunes, 16 de noviembre de 2009

Cuando la semana pasada el oficial del ejército americano Nidal Malik Hasan asesinó a 13 de sus compañeros de Fort Hood e hirió a más de treinta se intentó explicar la masacre como un acto transitorio de locura. Luego, como no, por el terror que le inspiraba al agresor su experiencia en Irak. Que fuera el hombre con atuendo musulmán y chillase como un poseso «Alá es grande» mientras tiroteaba al personal son detalles anodinos en los que se fijan sólo los mal pensados.

Theo van Gogh fue asesinado por criticar al islam en su película «Sumisión», aunque también se dieron explicaciones del todo peregrinas. En ambos casos, como dice este artículo , los perpetradores habían sido expuestos a las enseñanzas del yihadismo, con conexiones con Anwar al Mawlaki, un reclutador de Al Qaida, el primero. Así que parece cualquier cosa menos un "acto irracional" como opina el presidente americano.

No lo cree tampoco Ibn Warraq que denuncia la victimización del agresor y recuerda “the Root Cause Fallacy”, aquella falacia que se preocupa de unos porqués en supuestas raíces que atemperan la evidencia de unos hechos que están más claros que el agua. En este caso, y según sus palabras: "desviar la atención del Islam, para exonerar al Islam, que nunca tiene la culpa de los actos de violencia (que se cometen en su nombre).

Hace unos días una mujer embarazada fue objeto de una paliza por motivos religiosos. El escándalo pedía mayor resonancia mediática y mayor interés por parte de la administración. Pero la administración baila al mismo ritmo que esa obra maestra del pensamiento socialdemócrata, en su labilidad y delicuescencia que ofrece Manuel Rivas y comenta Santiago González en su blog.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que Santiago González (SG) es uno de los mejores articulistas del periodismo español actual no creo que muchos que le hayan leído lo puedan dudar. Así lo creo yo, desde luego. Pero, para mi sorpresa, el artículo de SG citado por mujer-pez "Una canta, la otra no" (15-11-09) vale menos que un duro de madera. En él aparecen dos fotos: una monja con hábito y una musulmana vestida de forma muy parecida a la monja, tal y como suelen vestir muchas mujeres seguidoras del Islam, y SG las analiza. He seleccionado estos párrafos que creo que resumen el fondo del artículo en lo que al Islam respecta y que quiero comentar, pues demuestran los errores (por llamarlo suavemente) argumentales de SG sobre este tema en concreto. Habla sobre la monja y la mahometana:

«Una de ellas es compatible con la sociedad de libertades en la que me gusta vivir, la otra no.»

Por más vueltas que le doy, no puedo imaginarme un colectivo, propio de nuestro país, más escandalizado por la forma de vivir de la sociedad de hoy de en día que el de las monjas.

«Una de ellas es compatible con la igualdad de las mujeres, la otra no.»

La lucha en España por la igualdad de las mujeres es relativamente reciente. Muchos la recordaremos. Pero yo personalmente, aunque lo intento, no consigo rememorar ni el más nimio papel de las monjas en esa lucha social. Más bien todo lo contrario... y eso sin tener en cuenta que las monjas pertenecen a una organización, la Iglesia, que discrimina completamente a las mujeres de los puestos de responsabilidad por el mero hecho de ser mujeres (¡sin más!), algo absolutamente en contra de las bases de nuestra sociedad igualitaria.

«(...)La diferencia entre las mujeres de las fotos respecto a sus respectivos hábitos es la voluntad. Las monjas se ponen las tocas porque quieren, las musulmanas porque las obligan. Nada tiene que ver el hecho de que algunas de ellas lleven el 'hijab' de buen grado. Cuando empezaron a ponérselo, nadie les preguntó si querían o no.
Nadie obliga a una monja a ponerse el hábito. Nadie la reprime por no hacerlo.»

Estas líneas me parecieron las más escandalosas de todo el artículo. A las niñas musulmanas muchos padres (no todos) las obligan a llevar pañuelo igual que a las niñas no musulmanas muchos padres las obligan a taparse el cuerpo más de lo que a ellas les gustaría. La razón es la misma: por pudor. Cuando sean mayores de edad la ley española las protege a ambas para que puedan enseñar lo que les de la gana, pero mientras tanto habrá que obedecer a papá, digo yo. ¿O vamos a discutir aquí también la autoridad paterna, en lo que al recato se refiere, sobre niñas incluso de 12 o 13 años? Si ya sé que a Vds, como a mí, nos parece exagerado el pañuelo, el hiyab y demás, pero a otros no. A otros padres les parece exagerada una minifalda de 3 cms y a otros no, los shorts, enseñar las bragas, etc, etc, etc...

Pero fíjense, esta vez despacito, muy despacito, en la frase de SG. ¡Habla de mujeres adultas!:

«Nada tiene que ver el hecho de que algunas de ellas lleven el 'hijab' de buen grado. Cuando empezaron a ponérselo, nadie les preguntó si querían o no.»

¿Cómo? ¿QUE NADA TIENE QUE VER QUE LO LLEVEN DE BUEN GRADO PORQUE DE NIÑAS LAS OBLIGARON A LLEVARLO? ¡Esa frase merece formar parte de una antología del disparate! Imagínense el diálogo: dice un tiparrón «Yo me corto el pelo porque quiero». Y dice otro: «¡Falso! porque no te preguntaron de pequeño si querías cortártelo». ¡De traca! Esto es a lo que se puede llegar cuando se trata de justificar lo injustificable.

(sigue --->)

Anónimo dijo...

(sigue --->)
Para terminar, y como no soy monja, pensé en buscar una y enterarme de algunas cosas sobre ese idílico proceso de libre elección en el que, según SG, las niñas occidentales quieren ser artist... perdón, monjas. Y esto es lo que me contó (llamémosla) Madre M. Cuando era niña sus padres decidieron («sin preguntarle», Sr González) que para que tuviera mejor educación lo más adecuado era que dejara el pueblo y se internara en un colegio de monjas femenino de la capital de la provincia. Allí fue adoctrinada con otras muchas compañeras día tras día hasta que fueron convencidas unas pocas de ellas (muy pocas) de que eligieran el camino del Señor. Y así fue como, tras el noviciado, se casó con Dios ante el disgusto de su familia (especialmente el de su padre, que jamás perdonó el lavado de cerebro que le dieron a la niña las simpáticas monjitas a las que encargó la educación de su hija).

A partir de entonces llevó un incomodísimo hábito, nunca podía pintarse la cara, y debía llevar muy fuertemente apretada alrededor de su pecho una recia tela que impidiera en lo posible que resaltaran sus pechos (una tela especialmente dolorosa en ella por el gran tamaño de sus senos). El objetivo de toda la indumentaria era exactamente el mismo que el de la ropa de la musulmana de la foto: que desapareciera de la vista todo rastro anatómico que pudiera excitar la lascivia masculina (al fin y al cabo ya estaba casada con Dios, y Dios tiene rayos X en los ojos...). No cuento más sobre el régimen desciplinario que aceptó de buen grado por ser irrelevante al tema, pero es escalofriante, y me parece que poco "compatible con la sociedad de libertades en la que me gusta vivir" (SG dixit).

Según me contó Madre M, ésta es una historia vital muy habitual (especialmente el comienzo, que no el final) entre la mayoría de sus compañeras.

Por si les interesa, les diré que Madre M se divorció de Dios hace ya muchos años y hoy está casada con un hombre de carne y hueso con el que tiene tres hijos. Buena parte de sus ex-compañeras, esas tan «compatibles» con la sociedad de libertades según SG, todavía no le dirigen la palabra.

En mi opinión, SG, que se declara agnóstico como yo, tiene una enorme capacidad para ver virtudes en la religión de «los suyos», pero solamente defectos en la de «los otros».Creo que mi admirado (en otros temas) Santiago González, debería reflexionar. Y mucho.