Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

i castrati

lunes, 27 de agosto de 2007

Yo no sé por qué le llaman “castración química” cuando quieren decir que, por motivos de seguridad pública, se va a proponer la alteración farmacéutica de la libido a determinados delincuentes. Menos mal que nunca se usó el término en los cuarteles cuando se administraba (¿según la leyenda?) el bromuro a los reclutas. Más de una mater amantísima le hubiera hecho pasar un mal rato al sargento sartén en mano. Una oye “castración” y ve, de inmediato, unas tijeras de podar. Y, si es “castración química”, un chorro de ácido ahí donde debe doler tanto. Y no es eso, por Dios. Es poner al agresor sexual a la misma altura hormonal que su potencial víctima. Para que ambos vean Blancanieves y uno no esté convencido de que se la follan todos los enanitos y le vengan ideas. El sexo está en la cabeza, vale; pero hasta cierto punto. En realidad, está, mayormente, donde tiene que estar. Y ya lo dice la literatura popular (valga el chiste): si no hay “química” no hay nada que hacer. Juan Manuel de Prada dice que no le gusta Sarkozy, especialmente ahora que ha propuesto tratar a los delincuentes sexuales peligrosos y reincidentes con medidas que ya se practican con buenos resultados. Pero, simplemente, por poner sobre la mesa una alternativa de la que debe haber documentación contrastable merece calificativos como “vomitivo” y presuponerlo o “un mensaje extremoso, para adular a los derechistas más descarnados, los derechistas del palo y tentetieso “o “un guiño cómplice a la izquierda paleolítica, más concretamente a las dinosau rias del feminismo emasculador”. Ni una cosa ni la otra. Juan Manuel de Prada ya ha dado muestras anteriormente del poco predicamento que tiene para él la ciencia cuando parece inmiscuirse en algo que se relacione mínimamente con “la naturaleza humana”. Por ello proclama, poseído por un arrebato de utopismo adolescente, que “Los sistemas punitivos civilizados se fundan en la convicción de que el delincuente, tras penar su culpa, puede convertirse en un hombre nuevo”. Dejando al lado lo del “hombre nuevo” y sus resonancias, no cabe duda de que es una víctima de un dobe malentendido: el de la Tabla Rasa
y el de la desgraciada y desorientadora denominación de ese esperanzador tratamiento médico. José Manuel de Prada llega a utilizar la palabra “amputación”. No me extraña que se indigne; debió escribir el artículo con las rodillas apretadas. Es divertido que un conservador como él proponga como solución un radical cambio social y un izquierdista declarado como Antonio Robles se haga la siguiente pregunta: “¿Por qué mujeres y niños inocentes habrían de perder su derecho a ser protegidos, mediante inhibidores sexuales aplicados a sus verdugos, frente al derecho de violadores y pedófilos a no verse mermados en su plenitud físico-sexual?”. Y aún hay quien cree en la derecha y la izquierda como categorías con sentido.

6 comentarios:

Sergio dijo...

Estupendo artículo.

De todos modos, la izquierda y la derecha se distinguen por sus objetivos, no por los métodos. La derecha nunca ha tenido empacho en realizar reformas sociales radicales e irreversibles (globalización, inmigración, reformas laborales, etcétera). Si reformas equivalentes hubiesen sido tomadas por la izquierda, habrían sido calificadas de, ejem, estalinistas.

Juanjo Jambrina dijo...

Hola Mujer-Pez. Buen post. El interclasismo de Sarkozy desquicia a tirios y a troyanos. A esos tirios y a esos troyanos como De Prada.
De todas formas hay que tener muy claro que donde se dice pederastia no puede hablarse de amor a los niños.

Anónimo dijo...

Excelente post, Mujer-Pez. No diría yo que la izquierda esté en contra de "un radical cambio social". De momento, y hasta próximo aviso, o sea cuando pase el último tren, permanecen en la interrogación aséptica y el "cagadubtisme". Además, lo más importante ahora mismo es ir ayuntamiento por ayuntamiento a ver si cuelga la rojigualda del palo mayor. Asunto que preocupa a la ciudadanía catalana, no me cabe la menor duda.

Anónimo dijo...

No se puede deshacer un mito sin aportar alguna evidencia estadísticamente significativa, de lo contrario lo que estamos haciendo es simplemente (intentar) sustituir un mito por otro. Esto es lo que hacen esos pseudo-intelectuales, articulistas de diario o de blog con pretensiones. Si quieren aprender algo, aléjense de toda esta chusma.

Anónimo dijo...

Por cierto, el gusto por las banderolas es muy del estilo Sarkozy, hombre profundamente preocupado por el simbolismo patrio. Un nacionalista de la otra orilla.

Anónimo dijo...

Jejeje...