Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

transcendamos todos juntos

miércoles, 7 de marzo de 2007

El genetista Dean Hamer, autor del libro El gen de Dios, predica un concepto de la trascendencia que quiere alejarse de la religión pero que resuena emparentado con filosofías y religiones de carácter místico. Hay algo a lo que llama “autotrascendencia” que describe como lo más profundo de las creencias espirituales: la naturaleza del universo y nuestro lugar en el mismo. Dice que los individuos que la practican tienden a verse en un conjunto, como parte de una totalidad. Tienen un sentido de la “unidad”, de las conexiones entre la gente, los lugares, la historia, los sucesos. Opina que quienes no tienen esta virtud están más centrados en sí mismos y en las diferencias entre todo lo anterior, en vez de ver las similitudes y las interrelaciones. Pero, ¿acaso un humanista secular, una persona verdaderamente interesada en la ciencia, en la ética y en la sociedad no corresponde a esta descripción? ¿Acaso el saberse parte de un continuo vital, de formar parte de la cadena de la vida no es tan “autotranscendente” como esa conexión cósmica (poéticamente de bolsillo)?
Son sorprendentes estos científicos transcendentes. Este es particularmente sibilino. Acusa a Dawkins, por ejemplo, de pretender que como la teoría de la evolución “puede” explicar la vida, en consecuencia la “explica”. Eso es lo mismo que decir que como la mecánica cuántica "puede" explicar el comportamiento de la materia a escala muy pequeña de hecho la “explica”.


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Y así van de confundidas estas monjas que reclutan compañeras con una página que más parece de contactos que otra cosa. Sorprendente, también.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, tampoco hay que extrañarse de que el ser humano busque la trascendencia. Nadie está en posesión de la verdad y, como sugiere Hans Küng, en un libro que me ha parecido muy interesante "El principio de todas las cosas: ciencia y religión", éstas se hallarían simplemente en planos distintos, pero no tendrían por qué ser incompatibles, al menos desde perspectivas alejadas del fundamentalismo religioso o científico.

Unknown dijo...

Sorprendente lo de las dominicas de la presentación. ¿Cómo encuentra ud. esas cosas?

En cuanto a los científicos trascendentes, como ud. los llama, ya ve, es mística de bolsillo también. Parece que utilizan la ciencia como trampolín de otra cosa.

En el fondo ponen en evidencia algo importante: los límites de la ciencia. Al fin y al cabo, ahí radica mi reticencia cuando ud. habla de la fundamentación científica de la moral. La ciencia nunca podrá decirnos cómo deberíamos vivir o qué ideales perseguir. Y cómo los hombres siempre quieren más, pues remueven Roma con Santiago (nunca mejor dicho).

Esa insatisfacción, ese anhelo de unidad, de sentido, es profundamente humano. Por eso, siempre habrá religiones y sucedáneos. Y cuanta menos religión, probablemente más sucedáneos.

El Anónimo Hablador dijo...

El gen de Dios. No hace mucho, en mi propio foto, le contesté a un nickjournalista que los médicos se volverían locos al intentar descifrar el gen de Dios, ya que sus genes, forzosamente, habría de cubrir toda la genética de la humanidad.

El Anónimo Hablador dijo...

foto no, foro sí. Perdón, please.

Anónimo dijo...

Está claro que mujer-pez ha hecho el test de las dominicas y ha entrado por "me va la marcha desenfrenada". No creo que la acepten.