Arcadi
comenta un artículo mío de Letras Libres (el último) que hace
referencia a una polémica entablada entre él y Fernando Savater a propósito del
“libre albedrío”. Por lo que yo entiendo, según como lo ve Arcadi, Savater
sigue considerando esta supuesta facultad humana desde el punto de vista de la
filosofía tradicional, con un yo que sopesa y decide en libertad. Sobre lo que
piensa Arcadi puedo estar más confiada ya que hemos hablado de ello bastante a
menudo. Y es esto. En los últimos años, especialmente desde la neurociencia, nos llegan
informaciones que hacen pensar que es difícil de sostener esa idea del yo
decisor. El ser humano no es libre porque actúa como resultado de procesos que
tienen lugar, incluso, fuera de su consciencia. Las consecuencias son obvias y
se harían notar muy especialmente en todo lo que tiene que ver con la culpa y
el castigo ya que este determinismo implacable eliminaría de cuajo la idea de
responsabilidad personal. Arcadi está convencido de que las personas no somos
libres para elegir y que esto cambiará, en cuanto se comprendan cabalmente sus implicaciones,
todo un universo conceptual que va desde la filosofía al mundo de las leyes y
la justicia.
Yo soy tan lega como él en neurociencia, pero tengo la
impresión de que la cuestión es mucho más compleja por un lado, y hasta cierto
punto ociosa por otro. Por eso ponía el ejemplo de la física cuántica y de la
solidez de los objetos. Arcadi no me ha entendido y lo califica de
“extravagante”. Aunque esa revolución en la física ha subvertido conceptual y
tecnológicamente nuestras vidas a niveles impensables en tiempos, la caída del
concepto de libre albedrío en la forma clásica que conocíamos no echará, en mi
opinión modestísima, por los aires el sistema judicial lo mismo que no nos hemos
lanzado a darnos coscorrones con objetos cuánticamente vacíos.
Creo que poco a poco se irán redefiniendo los conceptos de
“libertad”, “voluntad”, “culpa” y, quizá, “castigo”, como reclaman muchos. Ya
no será tan fácil sostener constituciones basadas tan decididamente en la idea
de la “Tabla Rasa” como la nuestra. Veremos que pasa con un objetivo tan ambientalista
como que el fin de la Justicia sea la transformación de un reo, incluso de un
delincuente sexual agresivo, en un ciudadano adaptado. Quizá el sistema penal
se alíe con la bioquímica a no tardar. Pero el sistema penal y de justicia contienen
unos elementos profundos tan arraigados en la misma estructura del cerebro que casi
se les podría llamar “fenotípicos”. Yo, igual que Arcadi, puedo hacer una
predicción de profana leída. Y es que se cambiarán actores y decorados, pero la
obra va a ser parecida. Vamos, que no habrá “leñazo”.