O eso buscan cuatro profesores de la
Universidad Pompeu Fabra (
UPF) –Francesc Calafell, Neus Solé, David Comas y Jaume Bertranpetit-, según fabulan
los autores de este artículo . Estos investigadores están
a punto de culminar de un proyecto que desarrollan desde 2011, financiado
por el ‘Institut d’Estudis Catalans’ (IEC).
A mi me parece una empresa muy interesante. Naturalmente, la ciencia es amoral en principio, y son los que toman las decisiones políticas quienes han de utilizarla para el bien de los ciudadanos. Es cierto que tenemos motivos para desconfiar de los nacionalistas en general y de estos nuestros en particular. Pero si la idea conspiranoica fuese que va a ser " el paso definitivo para diferenciar a catalanes de primera, de segunda y de tercera", es de prever que quienes podrían tener algún interés en reclamar raigambres ancestrales (pongamos, los nacionalistas más racistas) serán piadosamente prudentes si llega el caso. Sobre todo quienes viven del nacionalismo, grandioso nicho de negocio. En la primera división podrían quedar los que son y que resulte que no sean los que están. Malo, muy malo.
Tampoco el trabajo podrá acreditar eso que también le achacan los articulistas:
"demostrar que Cataluña tiene una base biológica –racial- originariamente propia." Son científicos competentes, no estúpidos
sabinianos, que yo sepa.
Los objetivos: “¿por qué hay apellidos más frecuentes que otros? ¿Con qué
frecuencia apellido y cromosoma ‘Y’ no se heredan juntos? ¿Cuál es el origen en el Principado de los apellidos valencianos y de los linajes baleares? ¿Eran germánicos los fundadores de apellidos patronímicos germánicos?”, etc. son muy excitantes. Y que no haya entre ellos apellidos del resto de España significa que no existen aún los que ponen la pasta para un proyecto más amplio. Es cuestión de ponerla.